Félix Espoz. Segovia
Los actores del sistema sanitario, farmacéuticos, médicos, economistas, políticos y pacientes no siempre están de acuerdo en las decisiones que se toman ni tienen la misma concepción de hacia dónde debe ir el sistema, lo que puede generar conflictos de intereses. En este escenario, el farmacéutico debe ir logrando cuotas de ‘poder’ para no quedar al margen de las decisiones importantes. Esta es la reflexión sobre la que Luis Huete, profesor del IESE Business School, ha apuntado diversas herramientas que pueden ayudar a conseguir este objetivo, durante las IV Jornadas de Gestión aplicada a la Farmacia Hospitalaria, organizadas por Gilead.
Luis Huete.
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Partiendo de la premisa de que el futuro del sistema está en entredicho si se pierde la capacidad de responder a las necesidades del mercado, el experto aboga por la transparencia informativa para diluir los conflictos de intereses, y marca como variables importantes sobre las que le farmacéutico puede influir, la cohesión del sistema y la capacidad de adaptación.
“La unión entre vosotros, la especialización y vuestro conocimiento va a redundar en un mayor poder”, ha afirmado Huete, que les ha pedido a los farmacéuticos presentes: “No hagáis ascos al poder. Los reformistas necesitan poder. Ser hábiles. A lo mejor no vais a poder disfrutar del poder clásico (que lo tendrán los políticos), pero hay otras fórmulas. Tenéis por delante mucho trabajo”, ha afirmado.
Dentro de las discusiones y aportaciones que afloraron por parte de los jefes de servicio ahí reunidos destacó la necesidad de cambiar el modelo de gestión de sus unidades, basándose en que los pacientes ingresados consumen ya una parte pequeña del presupuesto de gasto farmacéutico que manejan y reordenar los recursos humanos hacia los no ingresados, que suponen algo más del 50 por ciento de gasto. En este sentido afirmaron “hay mucha capacidad de mejora”.
Otras de las aportaciones pasaron por “mantener y ampliar la situación de prestigio ganada gracias a la gestión del conocimiento”, el uso de las nuevas tecnologías para posibilitar los procesos de cambio, incrementar la visibilidad de los servicios o “transferir parte de las actividades de menor valor añadido a otros profesionales y centrar los recursos, sobre todo aquellos que están vinculados a la mayor gestión del conocimiento, a aquellos profesionales de mayor capacitación”.
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